El tren dejaba atrás otra estación y aún quedaban al menos treinta minutos más hasta destino.
Hace unos días tomaba cerveza con un compañero de trabajo en un bar y nos cruzamos con un primo mío. No se conocían. De casualidad hoy viajaban conmigo en el mismo vagón. Al fin y al cabo a todos nos toca ir al centro cada tanto.
Se enfrascaron en una conversación que inicio trivial, sobre el clima, luego mutó en discusión, y luego en discusión inútil. Trataban diferentes temas donde por momentos uno parecía idealista y el otro refutaba con pragmatismo, para luego intercambiar roles en algún otra tematica. De tanto en tanto me preguntaban algo y yo daba evasivas.
Todavía restaban veinticinco minutos de viaje. Escenas de viviendas precarias y maquinaria abandonada, como las que el cine utiliza en films distópicos, pasaban cada tanto por la ventana. El sonido de sus voces comenzó a molestarme. El tono de voz por momentos se tornaba fastidioso. Por el respeto que me tenían, evitaban sobrepasarse, pero no desistían en sus diatribas. Perdí el ritmico sonido del tren.
Finalmente, de manera totalmente inconexa con lo que hablaban, les dije mientras miraba la nada:
-Yo creo que uno conoce diferentes tipos de personas… a unas, les preguntaría si alguna vez les pusieron un arma en la cabeza… a otras les preguntaría si alguna vez les dispararon a una persona.
La locomotora desaceleraba y se acercaba la próxima estación.
-A otros no le preguntaría nada.
Se miraron tres segundos. Cerraron la conversación. Luego, evitaron mirarse el resto del viaje. Yo disfruté del murmullo del último tren.