El bar tenía menor concurrencia que la habitual. Un grupo de muchachos pidió poner el partido en la pantalla principal. Juan, apoyado en la barra, escuchaba correr los rumores y los números en todo el salon. Tres a uno, dos a cero, cuatro a uno…
Raúl tomaba nota en su tablet mientras los apostadores acercaban sus billeteras virtuales, en una mesa del fondo. Por la mañana, FulBot había pronosticado que ganaba el equipo local, así que todo pasaba por cuánto sería la diferencia de goles. Llevaba 1023 partidos sin errar su predicción.
El relator en la televisión preguntó a sus panelistas: “¿es una predicción o este software le está diciendo qué hacer a los jugadores?”
***
En la cancha, el capitán del equipo visitante, tenía aún esa duda. El juego se había reducido. Siempre es difícil mantener la moral durante malas rachas, pero si todos sus compañeros pensaban que perderían de antemano, imposible. Al otro lado, el arquero de los favoritos sentía algo similar. Una sensación de partido digitado, de mano invisible manejando todo detrás, de que él no era buen jugador, sino que FulBot tenía todo arreglado.
-¡El bendito Football Unified Learning Bot! Antes este era uno de los juegos con los resultados más inesperados – Juan le comentó al barman al tiempo que pedía otra cerveza.
-Es porque antes nadie se había tomado la molestia de estudiar todos los resultados de la historia, ni todos los resultados de cada jugador, ni todos esos… creo que 25000 factores diferentes. ¿Vos como decís que sale?
-Yo digo que gana el visitante…
-¡Ja! Parece que tomaste bastante.- El barman se burló.
Entonces, Juan le hizo un gesto desafiante y le pidió que lo esperara.
Fue a la mesa de Raúl.
Hablaron algo y todo el mundo alrededor rió a carcajadas, hasta que sacó su dispositivo móvil y lo mostró. Todos pusieron cara seria. La apuesta fue aceptada.
Volvió a la barra, dejando a algunos asombrados y a otros riendo. El partido comenzó.
La primera mitad fue particularmente pareja, lo que en el inconsciente colectivo aumentaba la ansiedad acerca de cuándo los anfitriones harían el primer tanto.
La charla de entretiempo fue dura entre los visitantes y aburrida entre los locales.
Raúl tuvo una sensación extraña, casi de duda, que se desvaneció cuando a los 5 minutos del segundo tiempo se dio el primer gol y el partido se encarriló al resultado esperado.
Juan, distraído con su celular, terminaba la tercera cerveza cuando, faltando 7 minutos para el final, el partido habia empatado. En la tele comentaron cómo, a pesar del final cantado, este deporte siempre nos emociona.
Pero en la cancha las cosas eran diferentes. El capitán visitante no solo jugaba este partido, ni los puntos del torneo, sino sentía que jugaba contra la dominación de las máquinas por sobre el hombre. Pidió a sus incrédulos compañeros -muchos ya contentos con perder por un gol, el mejor resultado posible- que no se acomodaran atrás, sino que se mantuvieran agresivos.
Daban todo, pero la defensa estaba bien organizada.
-¿Sabías que este bot al principio era secreto y luego sus creadores lo vendieron? El nuevo dueño no pudo evitar hacerlo público- le comentó Juan al barman, que lo miró como a un borracho que dice intrascendencias.
El arquero anfitrión vio venir pelota. Estaba seguro de donde iría. Pero por dentro dudó y dudó. ¿Quién mueve mi mano? Dudó hasta que fue tarde. Fue un gol honesto, que ninguna red de unos y ceros dispersa por el mundo estaba metiendo en su cabeza.
El partido terminó uno a dos. En el bar hubo un silencio importante. El barman fue el primero en mirar a Juan.
-Te decía… era secreto, porque al hacerse público, debería hacerse parte del modelo. Es el factor 25001, que nadie considera…
Se levantó, levantó su mano saludando a Raúl y miró sus ganancias en su dispositivo móvil.
-25001 factores, y que solo te diga cuándo se va a equivocar- Pensó cerrando imaginariamente su charla- MetaFulBot.